Corría el verano del 94, el sol aclaraba mi pelo y salpicaba de pecas las mejillas que se sonrojaron de golpe cuando lo vi. En un Benidorm que se abría al mundo como “las vegas versión española”, yo me sentía muy a lo Pamela Anderson mediterránea, poderosa, pero sin tetas. Tenía 11 años, y el mundo aún no era cruel. Veraneaba con mis abuelos y mi prima (compañera de fatigas en la búsqueda del príncipe). Un minuto de silencio envenenado para Walt Disney y toda su casta, que fresquito está el hombre, riéndose de todas las pavas a las que hizo creer en los cuentos de hadas. Voto porque no lo descongelen, que éste viene y nos remata. Me ha molao ilustrar el contexto como yo lo recuerdo, mi abuelo con los ojos chispeantes de tanta inglesa al libre sostén, quemándose los hombrillos, nosotras en discusiones bizantinas y las medusas sabias viajas del lugar ironizando con nuestros dramas del primer mundo. !!!Si es que no hay una medusas buena!!! Apareció entre los c...
Batiburrillo de ideas inconexas que clasifiqué en pestañitas