Corría el verano del 94, el sol aclaraba mi pelo y salpicaba
de pecas las mejillas que se sonrojaron de golpe cuando lo vi. En un Benidorm
que se abría al mundo como “las vegas versión española”, yo me sentía muy a lo
Pamela Anderson mediterránea, poderosa, pero sin tetas. Tenía 11
años, y el mundo aún no era cruel.
Veraneaba con mis abuelos y mi prima (compañera de fatigas
en la búsqueda del príncipe). Un minuto de silencio envenenado para Walt Disney y
toda su casta, que fresquito está el hombre, riéndose de todas las pavas a las
que hizo creer en los cuentos de hadas. Voto porque no lo descongelen, que éste
viene y nos remata.
Apareció entre los
columpios de la terraza de aquel hotel ¿Dónde si no, en la barra de un bar? Con
11 años ese escenario es comparable al de una disco en hora punta. Vestía un
conjuntito de bermudas y camiseta a
juego adorable (y que conste que detesto utilizar ese término en la vestimenta
de un chico, pero así era). Tenía el pelo negro y denso, obviamente en aquel momento
la alopecia no parecía uno de sus futuros problemas, ¿seguirá siendo así?.
Ahora me parece impensable, pero nuestras vacaciones duraban 15
días, sí señor, 15. Con todas sus comidas correspondientes, en un hotel de tres
estrellas a 5 minutos de la playa, las vacas gordas lo llamaron. Dos semanas
haciendo vida pre-adolescente a lo “verano azul”, que me río yo de lo que
llaman “intensidad” en Gran hermano.
Su beso llegó de noche como deberían llegar siempre los
besos. Con la prisa de un fugitivo y los nervios de un primerizo. Tenía los
labios rojos, calientes… y dejo sobre los míos un beso dulce, tímido, casto y
seco. No sé si cerré los ojos o los tenía bien abiertos, pero por ellos se
derramaría media hora después una lágrima, la primera de tantas que caerían por
amor. (Bueno, amor...amor...ya me entendeís, tontería que tenía encima)
Las vacaciones se acababan, y yo subí a un autobús, enchufe
mis cascos a la radio y “El final del
verano” del Dúo Dinámico sonó…juro que fue así de patético y tierno a la vez.
Mi prima intentaba consolarme sobre sentimientos que no entendíamos.(Si, lo queria mucho, no recuerdo ni una sóla de las conversaciones que con él mantuve, pero se ve que lo nuestro iba mas allá de las palabras jajajajaj).
Sin el arrojo para pedir una dirección postal todo quedo en
datos inconexos. 20 años después cuando en las noticias dicen algo de Soria,
inevitablemente pienso en Diego, en nuestro beso y en que hubo un pequeño sapo que
despertó en mi emoción.
Siempre hay una primera vez, y ésta la quise compartir con vosotros.
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